Por Ing. Agr. Luis A. Acuña
Desarrollo Comercial, Rainbow Bolivia
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De acuerdo al informe de la FAO “La producción de soya empezó a adquirir relevancia mundial a mediados del siglo XX, cuando se verificó un aumento de la demanda de aceites vegetales, lo cual ha permitido a los países sudamericanos conseguir un lugar destacado en el proceso de producción oleaginosa, posibilitando, de esa manera, ofertar el producto a los países consumidores.” La agroindustria soyera es una de las más importantes en el comercio mundial, lo que se refleja en la expansión de la siembra y de la producción en diferentes zonas agrícolas del mundo, pasando de un volumen superior a las 160 millones de tn producidas en 1998, a más de 209 millones de tn el año 2005 hasta alcanzar los 241 millones de tn el 2012 (FAOSTAT).
Incrementos de producción impulsados por la disponibilidad de nuevos paquetes tecnológicos (que aprovechan los avances en biotecnología para bajar los costos de producción e incrementar los rendimientos agrícolas), por los programas de apoyo directo y por la creciente demanda en los países asiáticos y europeos.
Bolivia se ubica entre los diez principales países productores mundiales de soya y está en condiciones de elevar su rendimiento si se mejoran las condiciones productivas. La soya es el principal cultivo, debido a su extensión y el volumen de producción en Bolivia.
La importancia de esta oleaginosa, bajo manejo sostenible, con rotación de cultivos, siembra directa, innovación tecnológica y mecanización, aporta directa e indirectamente a la soberanía alimentaria, la generación de empleos y obtención de divisas para la economía de Bolivia.
El Manejo Integrado da a los agricultores las herramientas y estrategias para maximizar la producción de manera sostenible y minimizar las pérdidas a causa de malezas, insectos y enfermedades.
Uno de los pilares en una agricultura enfocada a la producción y la sustentabilidad es sin dudas el manejo. Así como la sanidad, la nutrición o la genética, el manejo es una columna mayor a no descuidar. La rentabilidad se construye logrando la máxima eficiencia en cada uno de los procesos.
En esta oportunidad, nos basamos en la propuesta de manejo integrado de malezas, puesto que la situación actual con respecto a las malezas está en crecimiento y necesitamos mayor enfoque.
El manejo integrado de malezas (MIM) es una estrategia para el control de las malezas que considera el uso de todas las técnicas de control económicamente disponibles sin depender exclusivamente de una de ellas.
Los mecanismos de control de malezas incluyen medidas preventivas:
Resulta importante señalar que el manejo integrado de malezas es igualmente aplicable a todos los tipos de sistemas agrícolas, fomentando a los productores a implementar estas estrategias.
Con la creciente producción de soya, como principal cultivo, surge la demanda de los productores de realizar controles y monitoreos que garanticen mayores rindes.
La soya, como otros cultivos, a menudo puede verse afectada por el desarrollo de plagas u otras plantas que impactan en su crecimiento.
En término económicos, esto se traduce en menor rinde y por lo tanto, menor ganancia por tonelada para el productor. Es por esto que es crucial realizar monitoreos que garanticen un óptimo crecimiento del cultivo.
El monitoreo en términos generales es el seguimiento de posibles ataques de plagas (malezas, insectos y enfermedades) durante el ciclo del cultivo.
De acuerdo a lo que resulta del monitoreo, se decide no solo si se aplica algún producto, sino también qué tipo de producto es el más adecuado, en qué dosis se debe aplicar y cuál es el mejor momento para su control. La idea es lograr un cultivo limpio, sano, rentable bajo una mirada más integral y amigable con el medio ambiente.
En un esquema de sistema de manejo es importante considerar toda la comunidad de malezas presentes en la parcela, siempre hay varias especies, géneros y hasta individuos de diferentes familias que tienen comportamientos diferentes en todo los aspectos (Biología de la maleza, forma de diseminación, susceptibilidad a los herbicidas).
El conocimiento de:
Considerar todos los factores que afectan a los herbicidas en pre emergencia (humedad en el suelo, materia orgánica, pH del suelo, residualidad, cultivo sucesor).
En Rainbow sabemos que planificar adecuadamente qué herbicidas se utilizarán en cada lote es primordial en el control de las malezas. Pero con esto no alcanza, hay que rotar productos y cultivos.
La utilización de distintos mecanismos de acción es una de las tácticas que quiebra la presión de selección, ya que aquellos individuos que pudieron haber sido seleccionados a priori por un herbicida de un mecanismo de acción particular serían susceptibles a otros.
De esta manera, el uso de todas las herramientas disponibles nos garantizara la sustentabilidad de todos los sistemas de producción a utilizar, recordando que el sistema va seguir teniendo malezas y debemos lograr que se mantenga en la parte baja de la curva.
Lo difícil es entender que la solución debe ser “diversa”, generando sistemas lo más variados posibles, con márgenes positivos, aun cuando ese escenario no sea el mejor de todos los posibles. “Es un pensamiento de largo plazo”.